La catedral de Winchester es una de las catedrales más grandes de Inglaterra. Unas dimensiones que en conjunto, la convierte en la de mayor longitud de todas las catedrales góticas europeas.
Hace más de un siglo, la Catedral de Winchester fue salvada por el trabajo heroico de un buzo, que trabajo sin descanso para reforzar los fundamentos históricos y así preservar uno de los edificios más grandes y representativos de toda Inglaterra.
Hace más de un siglo, la Catedral de Winchester fue salvada por el trabajo heroico de un buzo, que trabajo sin descanso para reforzar los fundamentos históricos y así preservar uno de los edificios más grandes y representativos de toda Inglaterra.
William Walker es probablemente uno de los buzos más famosos del mundo. Conocido como el hombre que salvó la catedral de Winchester, se convirtió en un héroe en el folklore de Winchester y de todo un país. Fue tal el agradecimiento, que existen numerosas estatuas de él en los alrededores de la catedral. Incluso en las oraciones de cada día se representa una acción de gracias por el importante trabajo de este buzo experimentado.
Se formó como buzo en Portsmouth, Arsenal, en 1887 como asistente de buceo. En 1892 fue calificado como un experto buceador de aguas profundas, ganando el respeto y la admiración de la Siebe Gorman, un grupo de élite británico que desarrolló equipos de buceo para proyectos de rescate de la marina. Una empresa que se anunciaba como “Los ingenieros submarinos”.
En 1906 el arqueólogo de la catedral de Winchester, Jonh Crook anunció con extrema gravedad que el edificio estaba en peligro de derrumbe.
La catedral ordenó su construcción el rey Guillermo en colaboración con el obispo William Walkelin en el 1079. La piedra caliza fue importada de una de las cantera de las islas de Wight. El obispo “persuadió” al rey para que se utilizara la madera de la selva real de Hempage, para proporcionar una base firme sobre la tierra pantanosa que se eligió para la catedral. Con la consternación del rey por la destrucción de la selva, se talaron todos los árboles para conformar el piso, seguidamente se deposito la piedra caliza donde posteriormente se desarrolló el majestuoso edificio.
Claro está que después de 800 años la madera comenzó a decaer, poniendo en peligro la catedral en agrietamiento y hundimiento en el lado pantanoso. El responsable, el obispo Walkelin, lamentablemente no podía dar explicaciones de su fatal decisión.
Un ingeniero civil llamado Francis Fox decidió que la única forma de salvar la catedral era sustituir la madera en descomposición por una capa de hormigón. Fox contrató trabajadores para excavar una trinchera a lo largo de la catedral. Sin embargo el agua pantanosa que rodea la catedral, anegaba las zanjas haciendo imposible el cometido. Había que buscar un buzo para retirar la madera podrida y la colocación del hormigón. Tenía que ser el mejor, con unas magnificas credenciales de buceo. El elegido fue William Walker.
Trabajo incansablemente durante 6 horas al día en una profunda oscuridad, desde 1906 hasta 1912 hasta conseguir el total apoyo de la catedral. Fueron utilizadas 25.000 bolsas de cemento, 115.000 bloques de hormigón y 900.000 ladrillos.
Durante los seis años de trabajo, Walker los fines de semana regresaba a su casa de Croydon a unos 91 kilómetros de Winchester en bicicleta para ver a su familia.
Para celebrar la finalización de la obra se realizó un servicio de acción de gracias dirigida por el Arzobispo de Canterbury en julio de 1912, Walker se presentó con una hoja de plata donada como premio por el rey George V. Más tarde fue honrado con el título de miembro de la real orden victoriana.
Aunque el destino pudiera haber elegido cualquier otro voluntario, William Walker se mantuvo humilde pero orgulloso de su gran logro. Lamentablemente iba a morir tan solo siete años más tarde durante la epidemia de gripe española de 1918. Sin embargo su legado vivirá para siempre como el buzo que salvó la catedral de Winchester.
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