Japón, uno de los lugares que más tiene diversos tipos de Leyendas Urbanas y Fantasmas, principalmente. Lo que hace más atractivo al Cine de Terror Japonés es su sencillez; siempre cuenta con una historia original. El cine de terror japonés se conoce como J- Horror, y se centra en el terror psicológico, usando elementos como fantasmas que son por lo general mujeres vestidas de blanco, con el rostro cubierto por su cabello dejando desconcierto sobre las características de su rostro causando miedo.Los japoneses usualmente retratan a los yūrei vestidos en trajes de funerales con pelo largo y oscuro. Originalmente los yūrei se representaban en el arte y teatro como personas normales, pero su estilo cambió en el siglo XVIII. Desde entonces, los fantasmas tienen esa apariencia espectral. Por alguna razón, los yūrei normalmente son personajes femeninos.
Los yūrei tienden a atormentar a una persona en específico, o estar en un lugar específico. Ya que los yūrei tienen una razón en específico por la cual siguen en este mundo, no atacan a otras personas que no se relacionen con ellos. En La historia de Okiku por ejemplo, la desesperación de Okiku por la falsa acusación es tan grande que no es capaz de descansar, aunque no haya sido su culpa.
Existen otras características que distinguen al horror japonés:
- El universo es gobernado por reglas
- Estas reglas están más allá de la comprensión humana
- La sociedad moderna no ofrece protección de los espíritus y fantasmas (noten cómo en algunas películas los personajes utilizan recursos tecnológicos como en el caso de Sadako)
- Perseverancia frente a la destrucción inminente
- Escenarios con agua (a los fantasmas se les asocia con el agua)
- El impacto de las películas de terror japonesas en el mundo
Básicamente, el Boom del cine de terror japonés y asiático comenzó con Ringu (El aro Original) , ya que da inicio principalmente el concepto en las películas. Hideo Nakata, director de la película Ringu de 1998 es quien directamente hizo propagación internacional de la maldición de Sadako y del cine de terror japonés. Nadie podía predecir que esta adaptación cinematográfica de la novela de Koji Suzuki sobre la cinta maldita pudiera llegar a alcanzar el éxito y reconocimiento que ha conseguido en todo el mundo. Nacido en Okayama, Japón, el 19 de Julio de 1961, Hideo Nakata, admirador de clásicos como Suspiria y La Profecía, se ha convertido en uno de los directores japoneses de mayor repercusión internacional y cuenta en su filmografía con éxitos como: The Ring (1998), The Ring 2 (1999), Ghost Actress (1996), Chaos (1999), un documental sobre Masaro Konuma bajo el titulo Sadistic y Mosochistic (2000), Dark Water (2002) y Last Scene (2002). Ringu con un presupuesto de tan solo 1,4 millones de dólares, obtuvo premios en festivales como el de Sitges y el de Bruselas. Ringu tuvo su remake (Cómo no era de esperarse) en e 2002.
Otra cinta de terror muy conocida en todo el mundo es Ju-on: The Grudge del director japonés Takashi Shimizu, estrenada en 2003. Está película fue reconocida mundialmente, llegando a muchos países alrededor del mundo. La película fue estrenada en Japón el 25 de enero de 2003 y ha engendrado varias secuelas y un remake estadounidense titulado The Grudge que fue estrenado en el año 2004. La película está basada en una leyenda sobre la típica casa embrujada japonesa. Se dice en Japón que cuando alguien muere en una pena o rabia extrema, la emoción permanece y puede dejar una mancha en ese lugar. La muerte se convierte en una parte de ese lugar, matando todo lo que toca. Una vez que te vea, nunca te dejara huir. En el año 2004, Sony Pictures Entertainment estreno un remake estadounidense de la película, fue dirigida por Takashi Shimizu y estelarizada por Sarah Michelle Gellar y Jason Behr. El argumento principal del filme siguió la experiencia de Rika (en el caso norteamericano, el nombre de Rika fue cambiado por Karen) dentro de la casa.
A continuación un repaso de las que me gustaron a mi:
KAIRO
A finales del siglo XX, la decadencia del género de terror del cine americano era un hecho irresoluble. Los derroches de sangre y efectos especiales con que intentaban sustituir la falta absoluta de imaginación y creatividad habían perdido la ideología neta del terror: provocar miedo en el espectador. En 1998 apareció The Ring (Ringu) de Hideo Nakata, con la escena de terror más escalofriante de la última década y que combinaba certeramente el clásico fantasma con la tecnología. Siguiendo este camino aparece en 2001 Kairo, de Kiyoshi Kurosawa, un prestigioso director japonés.
Si en Ringu el vídeo equivalía a la muerte, en Kairo se da un nuevo giro: en este caso, la vía de entrada son los ordenadores, tan presentes en la vida cotidiana de Japón como el vídeo. A través de Internet, una misteriosa página web abre una puerta a los fantasmas. El retrato de la sociedad juvenil japonesa es desolador: solitarios con la única compañía del PC, sin apenas relaciones familiares, casi sin amigos. Un terreno abonado para ser atrapados por el Más Allá. Como en Ringu, tampoco en Kairo hay apenas sangre: las escenas más impactantes corresponden a sombras, o siluetas inmóviles que acechan, inquietantes imágenes de pesadilla espiando desde la pantalla del ordenador. En una sociedad donde se ha llegado al aislamiento, la inmensa red global que es Internet convertida en vector de una epidemia mortal sólo puede conducir al cataclismo.
Superior a la obra de Nakata en cuanto a la perfección del montaje y a la fotografía, Kairo se ha visto catapultada desde su estreno al submundo de las copias por Internet, lo que no deja de ser paradójico. Ganó el premio de la crítica en Sitges, “por el tratamiento innovador a una clásica historia de fantasmas”, y a pesar de su evidente calidad, pareció desaparecer. El mayor reproche que se le hace a esta película es la falta de explicaciones de su argumento. Se ha llegado a decir que podría ser una película perfecta... de no ser porque no se entiende casi nada, algo excesivo. La historia se sigue sin dificultad, pero sin la explicación detallada, a lo Agatha Christie, tan típica del cine norteamericano –fuente de muchos goces y también de la mayoría de los defectos–. El espectador actual está tan habituado a la técnica, estilo y lenguaje visuales americanos que le resulta difícil desprenderse de los estereotipos: es un hábito esperar en cada película lo que da la generalidad de los filmes USA. El espectador medio no está acostumbrado a hacer concesiones, ni a estimular la imaginación: los esfuerzos de atención resultan desacostumbrados; nos hemos vuelto vagos. El cine americano ha acostumbrado a los espectadores a contemplar pasivamente la pantalla, sin finales “abiertos” que demanden al espectador imaginación y creatividad: un espectador habituado a películas “mascadas”, autómatas que miran pero no tienen costumbre ya de “ver”.
Quizá por eso pueda costar comprender la joya que es Kairo, narrada con estilo oriental, detallada y metódica, donde no nos dan explicaciones acerca de lo que sucede, por la sencilla razón de que no la hay: sucede porque sí. Por la misma inmutable razón por la cual suceden los cataclismos o las devastadoras tormentas; porque la vida es así: impredecible y, a menudo, inexplicable.
Kairo supone un cambio en el lenguaje y estilo narrativos, planteando una situación anómala sin explicación ulterior, y dejando un final abierto a distintas posibilidades y razonamientos. El espectador se convierte en testigo de un Apocalipsis espectral, provocado no por un virus ni por una explosión nuclear (aunque con elementos de ambas, como después veremos), sino por la invasión de fantasmas que tienen como puerta de entrada el ciberespacio. El motivo por el que esto sucede no lo conocen los personajes, luego nosotros tampoco. Son jóvenes que viven solos, sin apenas contacto familiar, a menudo sin amigos, y esa soledad intrínseca parece provocar la invasión, posibilitando que el mundo de los fantasmas –la soledad absoluta– pueda acceder al mundo de los vivos. A medida que avanza la película, esa soledad se va extendiendo como una marea negra por todas partes: las calles, las tiendas, la Universidad. Algunos personajes manejan algunas teorías acerca del motivo de la invasión de fantasmas –y ciertamente, la que un joven estudiante de informática propone puede resultar muy válida–. También se podría entender la soledad intrínseca de la sociedad japonesa con el peligro a que esa condición le hace vulnerable. Pero asimismo hay indicios que recuerdan la progresión de los virus: “el contagio” a través de la red, las habitaciones clausuradas selladas con cinta roja –que parece evocar las cruces rojas que se pintaban en la puerta de las casas de los enfermos de peste bubónica en la Edad Media- y la siniestra mancha oscura, de ceniza, que dejan las víctimas en la pared, relacionado con los cataclismos nucleares. Se conjugan, pues, factores de lo que la mentalidad mundial considera los dos grandes peligros para la supervivencia: los virus y la amenaza nuclear. Y esto es posible en cuanto la sociedad en que vivimos vaya deteriorándose, perdiendo sus valores más tradicionales. En toda la filmografía de Kiyoshi Kurosawa hay una clara intención de denuncia de una sociedad peligrosamente alienada, solitaria, enferma, abocada a la destrucción (veáse Cure, Kourei). Una realidad incómoda que se conoce a nivel mundial por las epidemias de suicidios que aparecen esporádicamente en las noticias –reflejada, por otro lado, en la singular Suicide Club (2002), de Sono Sion–.
La fotografía, por otra parte, es soberbia, reflejando la desolación de esa sociedad en los tintes sombríos y grises que predominan; no hay apenas resplandor, sino sombras, siluetas espectrales, inquietantes, que se mueven de manera aterradora; se maneja más el recurso sutil de la insinuación que el primer plano. La inveterada costumbre del cine de terror americano de mostrar de forma nítida a los fantasmas hace que sea prácticamente imposible asustarse de verdad, de manera que los sugestivos espectros de Kairo asustan al espectador, como en los viejos tiempos, como la figura de la señorita Jessel, inmóvil en el bosque en ¡Suspense! de Jack Clayton, o el sonido de la pelotita cayendo por las escaleras en Al final de la escalera (1979, Peter Medak). Algo semejante sucede con Kairo, pudiendo afirmarse que hay un antes y un después en la concepción de los fantasmas “terroríficos”. Provoca mucho más inquietud la silueta inmóvil en la pared, que acecha al protagonista en una habitación de una fábrica abandonada, que los excesos de maquillaje de Freddy Krueger, cuchillas en mano.
No hay efectos especiales excesivos en estos fantasmas. Lo que aterra en ellos, y quédense con ese detalle, son los movimientos. Uno de los elementos más aterradores de Sadako en la antológica escena final de Ringu son sus movimientos. En las secuencias de Kairo, los fantasmas se mueven con lentitud, con rigidez... se adivina que no están vivos. El elemento sobrenatural está implícito en cada uno de los gestos.
NOROI
Noroi: The Curse (ノロイ Noroi), es una película de Terror Japonés y se forma de un Falso Documental. La película es inusualmente larga y compleja para el género J-Horror, que abarca más de dos horas y con un reparto principal de más de veinticinco personajes.
La película comienza en una sala de edición de vídeo, donde una voz en off describe brevemente a Masafumi Kobayashi, un experto en lo paranormal que produjo una serie de libros y películas sobre la actividad sobrenatural en todo Japón. La película comienza con la investigación de Kobayashi sobre una mujer llamada Junko Ishii y su hijo sin nombre, que llegan cuando Kobayashi fue contactado por una vecina. Poco después de la primera visita de Kobayashi, Ishii se muda fuera de la ciudad, y los vecinos que tuvieron contacto con Kobayashi mueren en un accidente de coche. Ishii no es vista o mencionada hasta el desenlace de la película.
La primera mitad de la película que se muestra a continuación, se despliega una serie de constantes eventos sin relación aparente, entre ellas la desaparición de una niña psíquica, un programa de televisión sobre casos paranormales, un suicidio en masa , donde los participantes se cuelgan de cuerdas anudadas de manera similar, y muchos extraños sucesos más. La multitud de acontecimientos no parece tener ninguna similitud entre sí, hasta que la segunda parte de la película comienza. Aquí, se hace evidente que todos los eventos están relacionados con una entidad misteriosa conocida como Kagutaba.
la búsqueda de Kobayashi para encontrar la verdad lo lleva a un área regional de Nagano, donde muchos años antes era ciudad muy religiosa. La ciudad llevó a cabo una ritual demoníaco para contener Kagutaba, hasta que fue demolido para construir una represa.
Mientras que la película llega a su fin, la relación de cada personaje con Kagutaba se hace evidente, y las historias individuales y muchos hilos narrativos señalan a una conclusión climática única. Fiel al lema de la película, todo el mundo muere, la mayor parte del elenco principal muere por la conclusión de la película. Después de que la película de Kobayashi se termina, volvemos a la sala de edición de vídeo, donde continúa la voz en off diciendo que Kobayashi y su familia murieron en un incendio pocos días después de los acontecimientos de la película. Además, varios otros personajes han muerto en extrañas e inexplicables maneras, incluyendo a Hiro, un psíquico que fue encontrado en un conducto de ventilación.
La voz en off anuncia después que el video de la cámara de Kobayashi fue enviado de forma anónima a un canal de televisión, y este material se reproduce. En este se ve a Kobayashi y su esposa cenando con el hijo de Junko Ishii (a quien adoptaron), cuyo nombre aún se desconoce. Después de una serie de circunstancias más oído que visto (por el movimiento desconcertante de la cámara), la cámara se estabiliza en mostrar a la esposa de Kobayashi, al parecer bajo la maldición o posesión, casualmente a se prende fuego a si misma, y el hijo de Junko Ishii sale de la habitación junto con Hiro, quien había escapado de la institución en donde estaba internado.
La voz en off anuncia entonces que la esposa de Kobayashi fue encontrada quemada abajo de los restos, pero tampoco Kobayashi ni el misterioso muchacho se han visto. La película termina ambiguamente aquí, con un clip corto de la película con enfriamiento de clímax mostrando aparentemente a Kana rodeada de lo que parecen ser bebés caminando encima de ella, seguido de inmediato por los créditos.
La película está filmada en su totalidad con una cámara DV, para simular la sensación de documentales realizados en el hogar y para ahorrar espacio en el presupuesto para la comercialización. Aun así la película tuvo una gran cantidad de publicidad atípica a pesar de su presupuesto y género.
JU-ON
La historia de Ju-on es complicada. Primero se lanzó como v-cinema, que no es otra cosa que el mercado de video japones. Constaba de dos partes: Ju-on (Ju-on: The Curse) y Ju-on 2 (Ju-on: The Curse 2) ambas del 2000. Fue tal su éxito, que se convirtió en obra de culto. Visto el exito, se preparó la version cinematográfica que es la que nos ocupa, dirigida al igual que las ediciones para video por el mismo director, Takashi Shimizu.
Es la maldición del que muere presa de la rabia. Ésta se concentra y actúa en los lugares donde vivió la persona. Los que la encuentran mueren y nace una nueva maldición.
Rika es una joven que encuentra trabajo cuidando de una anciana que vive en una casa en la que suceden cosas muy extrañas. Un día Rika se encuentra en el piso de arriba de la casa a un niño de seis años que lleva un gato negro en los brazos...
CRITICA: Si alguien hiciera una lista de las mejores películas de terror de la década y no incluyera en ella a Ju-On, automáticamente desaparezcan de ese sitio lo mas pronto posible porque esa persona no sabe ni lo que come, así de claro es el hecho irrefutable de que esta película es una de las mejores cintas de terror de todos los tiempos, una saga que junto a Ringu se podría decir que abrió un mercado para que el cine Asiático se globalizara y llegara a Occidente, al menos para el género del terror. Para los que no lo sepan, Ju-On: The Grudge es en realidad la tercera entrega de la saga, habían salido 2 películas antes en el año 2000 tituladas Ju-On: The Curse 1 y 2 que salieron directamente para la TV y luego en DVD con la supervisión de Kurosawa (Retribution, Pulse…) e Hiroshi Takahashi.
Es difícil encontrar películas que den miedo, se pueden contar con el dedo de una mano las películas que dan miedo de verdad, El Exorcista, Shutter, Alien (¿)…..muy pocas que recuerde ahora mismo y entre ellas podríamos poner a este film. Ju-On: The Grudge es casi perfecta porque todos los apartados van de la mano para que uno se coma las uñas durante todo el metraje, vamos por parte.
La ambientación que Kurosawa le impregna a la película es de libro, como el juego de luces, la escenografía, la fotografía, toda esa atmosfera a media luz la hace propicia para ver unas buenas escenas de terror, ya desde los estético la película te predispone a ponerte los pelos de punta pero en el tema de los sustos, ahí Shimizu se recibe como un maestro. No solo utiliza el recurso básico de apariciones rápidas y sonidos estruendosos, un recurso muy utilizado en el genero, sino que también utiliza el terror visual, el terror sutil, lentas secuencias que causan el mismo impacto que un sonido estruendoso en el momento indicado, Shimizu sabe manejar como un maestro cualquier recurso imaginable para provocar terror y todas las escenas postumas son de gran calidad. El apartado sonoro no podía quedar afuera, las melodías de fondo adornando cada una de las inquietantes escenas es espectacular, siempre pongo hincapié en este apartado, muchas veces se lo deja de lado o no se le da tanta importancia pero es importantísimo una buena melodía en el momento justo en cualquier género.
La guion es un tanto particular, es lo único que no está a la altura del resto y no porque este mal escrito sino porque no tiene un principio y un fin contundente, la película esta dividida en pequeños segmentos que nos muestran a los diferentes personajes, todas terminan igual, siendo víctimas de una u otra forma de Kayako y Toshio, esto convierte Ju-On en más bien un compendio de sustos uno atrás de otro sin siquiera dejarnos respirar o agarrar un pochoclo, eso esta bueno porque el ritmo es trepidante pero la historia no es nada del otro mundo, este seria el único defecto pero de todas formas no es determinante para bajarle demasiado la nota porque en definitiva logra algo que muy pocos films han podido, dar miedo con escenas que se quedan en la retina.
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