Conde de Lautréamont (en francés, Comte de Lautréamont) (Montevideo, 4 de abril de 1846 – † París, 24 de noviembre de 1870) fue el seudónimo del poeta franco-uruguayo Isidore Ducasse. Desconocido durante su corta vida, llevó a extremos inéditos el culto romántico al mal.
Debió de empezar estudios superiores, cuya naturaleza sin embargo resulta desconocida (a menudo se supone su concurso de ingreso en la École polytechnique). Publica los primeros cantos poéticos de su obra Los cantos de Maldoror en 1868 (la obra completa será impresa en Bélgica un año más tarde). Sin embargo, el editor Lacroix se negó a vender el libro porque temía ser acusado de blasfemia u obscenidad. En 1870 habita en la calle Vivienne y publica las Poesías, cuya publicidad aparecerá en la Revue populaire de París.
El 24 de noviembre, a la vez que se hunde el Segundo Imperio, muere en su domicilio del número 7 de la calle Faubourg-Montmartre en circunstancias todavía no aclaradas (hay quienes suponen que a causa de una sobredosis de drogas). En su partida de defunción está escrito: «Sans autres renseignements» («Sin más información»).
El personaje central de Los cantos de Maldoror (en francés «Mal d'Aurore», «Mal de la aurora») es una figura que reniega ferozmente de Dios y del género humano. En un libro en el que resuenan «los cascabeles de la locura», la crueldad y la violencia, Maldoror encarna la rebelión adolescente y la victoria de lo imaginario sobre lo real: su odio hacia la realidad (eso que llama «El Gran Objeto Exterior») lo separa de sus congéneres, y por este motivo sufre. Aun así, su orgullo (diríamos miltoniano) es más poderoso.
Lo grotesco, el espanto y lo ridículo en Los cantos recuerdan a la obra de otro gran antecedente del surrealismo, El Bosco. No por casualidad fue Lautréamont motivo de inspiración para escritores como Alfred Jarry, Louis Aragon, André Breton o Benjamin Péret, y artistas plásticos como René Magritte, Salvador Dalí, Amedeo Modigliani, y Man Ray.
Su famosa comparación «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas» configura uno de los rasgos más distintivos del irracionalismo surrealista: la conjunción de realidades inconexas, dislocadas o incluso contradictorias.
Hijo del diplomático francés François Ducasse, asignado al consulado general de Francia de Buenos Aires, Isidore Ducasse fue enviado como interno al Liceo imperial de Tarbes, y después a la ciudad de Pau. En aquella época, su tutor es un reconocido tarbesano, Jean Dazet. Se sabe que después de un viaje a Uruguay en 1867, volvió a París y se instaló en la calle de Notre-Dame-des-Victoires.
Debió de empezar estudios superiores, cuya naturaleza sin embargo resulta desconocida (a menudo se supone su concurso de ingreso en la École polytechnique). Publica los primeros cantos poéticos de su obra Los cantos de Maldoror en 1868 (la obra completa será impresa en Bélgica un año más tarde). Sin embargo, el editor Lacroix se negó a vender el libro porque temía ser acusado de blasfemia u obscenidad. En 1870 habita en la calle Vivienne y publica las Poesías, cuya publicidad aparecerá en la Revue populaire de París.
El 24 de noviembre, a la vez que se hunde el Segundo Imperio, muere en su domicilio del número 7 de la calle Faubourg-Montmartre en circunstancias todavía no aclaradas (hay quienes suponen que a causa de una sobredosis de drogas). En su partida de defunción está escrito: «Sans autres renseignements» («Sin más información»).
En Los cantos de Maldoror ensalza el asesinato, el sadomasoquismo, la violencia, la blasfemia, la obscenidad, la putrefacción y la deshumanización. Los surrealistas lo rescataron del olvido e hicieron de él uno de los precursores de su movimiento.
El personaje central de Los cantos de Maldoror (en francés «Mal d'Aurore», «Mal de la aurora») es una figura que reniega ferozmente de Dios y del género humano. En un libro en el que resuenan «los cascabeles de la locura», la crueldad y la violencia, Maldoror encarna la rebelión adolescente y la victoria de lo imaginario sobre lo real: su odio hacia la realidad (eso que llama «El Gran Objeto Exterior») lo separa de sus congéneres, y por este motivo sufre. Aun así, su orgullo (diríamos miltoniano) es más poderoso.
Lo grotesco, el espanto y lo ridículo en Los cantos recuerdan a la obra de otro gran antecedente del surrealismo, El Bosco. No por casualidad fue Lautréamont motivo de inspiración para escritores como Alfred Jarry, Louis Aragon, André Breton o Benjamin Péret, y artistas plásticos como René Magritte, Salvador Dalí, Amedeo Modigliani, y Man Ray.
Su famosa comparación «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas» configura uno de los rasgos más distintivos del irracionalismo surrealista: la conjunción de realidades inconexas, dislocadas o incluso contradictorias.
En el año 2004 (más de 130 años después de la muerte del poeta) la artista neoyorquina Shishaldin solicitó formalmente al gobierno de Francia (mediante una carta a su presidente Jacques Chirac) el permiso para casarse póstumamente con Lautréamont. En Francia, debido a una curiosa y antigua ley en desuso, el presidente tiene la autoridad de sancionar casamientos entre personas vivas y muertas; es decir, de modo póstumo.
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