miércoles, 17 de agosto de 2011
LOS MELUNGEONS
lunes, 8 de agosto de 2011
LA LEY SECA
El incremento de la inmigración a los Estados Unidos desde 1850 puso a los líderes religiosos estadounidenses en contacto con amplias masas de migrantes extranjeros que no compartían sus opiniones respecto a la restricción del consumo de licores. Los inmigrantes irlandeses, alemanes, y de Europa Oriental habían traído sus propias costumbres domésticas más tolerantes hacia el consumo de alcohol, mientras que las predicadores protestantes más conservadores (mayoritariamente anglosajones) insistían en que los recién llegados adoptaran una opinión contraria al libre consumo de licores.
La Guerra de Secesión había impedido el desarrollo de mayores campañas para impedir el libre consumo de alcohol, pero la expansión hacia el oeste había causado que gran parte del territorio recién anexado a los EEUU se desarrollase libre de las influencias más conservadoras de Nueva Inglaterra. No obstante, hacia 1890 la "frontera del Oeste" ya había desaparecido y la propaganda del Movimiento por la Templanza adquiría relevancia nacional. A esta corriente se unieron diversos intelectuales progresistas y liberales, así como líderes sindicales de izquierda, que condenaban el consumo de alcohol como elemento provocador de atraso y pobreza entre las masas de obreros que empezaban a llenar las ciudades de EEUU. Estos grupos apoyaron la labor de los predicadores religiosos en el medio político, reclamando normas que redujeran el consumo de alcohol.
Antes de 1919, ya había activistas del Movimiento por la Templanza como Carrie Nation que eran capaces de atacar tabernas con un hacha y destruir las botellas que allí encontraban. Varios predicadores vinculaban la venta y el consumo de alcohol con un clima general de decadencia y con otros vicios morales tales como la prostitución. Se decía que el consumo de alcohol provocaba pobreza en las masas, enfermedades varias, demencia, y estimulaba la delincuencia, logrando normas de "prohibición total del alcohol" en pequeñas ciudades. La Primera Guerra Mundial fue aprovechada por los activistas de la templanza como una ocasión para el "mejoramiento moral" del país, resaltando que gran parte de la cerveza consumida por los estadounidenses era producida por industrias de inmigrantes alemanes y reducir el consumo de este licor sería una actividad patriótica. El lobby de los descendientes de emigrantes alemanes (opuestos a la prohibición del alcohol) quedó desacreditado por la propaganda chauvinista y no pudo impedir que se preparase el terreno para una prohibición total del alcohol a nivel nacional.
En 1917, el Congreso aprobó una resolución a favor de una enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (la Enmienda XVIII) que prohibía la venta, importación, y fabricación de bebidas alcohólicas en todo el territorio de Estados Unidos. En enero de 1919 la enmienda fue ratificada por 36 de los 48 estados de la Unión, siendo susceptible de imponerse como ley federal (aplicable a todos los Estados). En octubre del mismo año, se aprobó finalmente la Ley Volstead, que implementaba la prohibición dictaminada por la Enmienda XVIII.
“Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación,” declaró el Senador Michael Volstead, impulsor de la nueva norma, con optimismo. “El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno.”
La Ley Seca (o Prohibition, como fue denominada informalmente en EEUU) no prohibía ciertamente el consumo de alcohol, pero lo hacía muy difícil para las masas porque prohibía la manufactura, venta, y el transporte de bebidas alcohólicas (ya sea para importarlo o exportarlo). Y aunque la producción comercial de vino estaba prohibida, no fue impedida la venta de jugo de uva, que se vendía en forma de “ladrillos” semi-sólidos (llamados "bricks of wine") y era utilizada para la producción casera de vino, aunque sus fabricantes indicaran en sus envases que los clientes deberían impedir la fermentación del jugo para así no violar la ley.
El alcohol, no obstante, continuó siendo producido de forma clandestina y también importado clandestinamente de países limítrofes, provocando un auge considerable del crimen organizado. De hecho, hubo numerosos casos en donde ciudadanos compraron licor masivamente durante las últimas semanas del año 1919, antes que la ley entrase en vigor el 1 de enero de 1920, para así atender el consumo propio: si bien la ley impedía la oferta de alcohol, la demanda de éste no había desaparecido.
La persistencia de la demanda por bebidas alcohólicas estimuló la fabricación y venta de licores, que se convirtió en una importante industria clandestina; la ilegalidad de esta práctica causó que el alcohol así producido adquiera precios elevadísimos en el mercado negro, atrayendo a éste a importantes bandas de delincuentes. Un buen ejemplo de esto fueron Al Capone (inspiración de infinidad de películas, tales como Los intocables de Eliot Ness), y otros jefes de la Mafia estadounidense que ganaron millones de dólares mediante el tráfico y la venta clandestina, expandiendo sus actividades criminales a casi todo el país, e involucrando la corrupción de numerosísimos funcionarios y policías encargados de hacer cumplir la Ley Seca.
De manera similar al mercado actual de drogas ilegales, muchos de los delitos más serios de la década de 1920, incluyendo robo y asesinato, fueron resultado directo del negocio clandestino de alcohol que operó durante la Ley Seca. El propio Capone llegó a influir directamente sobre varios barrios de la ciudad de Chicago para que se le permitiera continuar su negocio ilícito a cambio de sobornos o amenazas, mientras su banda (junto con decenas de otras) luchaban violentamente entre sí a lo largo del territorio estadounidense para controlar el muy lucrativo tráfico de alcohol.
La Ley Seca debió considerar excepciones en el caso de los médicos, que recetaban la ingestión de alcohol como tratamiento terapéutico en situaciones muy específicas o el uso religioso de vino para el rito cristiano de la eucaristía. No obstante, estas situaciones eran demasiado excepcionales para servir como excusa en la mayoría de los consumidores de alcohol, por lo cual diversos comerciantes ilegales adulterasen el alcohol previamnete destinado para usos industriales, con el fin de transformarlo en bebida; tal evento generó casos dramáticos de envenenamientos y dolencias posteriores como resultado de la intoxicación. Incluso un medicamento de la época basado en etanol, el "jamaica ginger", fue modificado como licor, causando también serios daños a la salud de sus consumidores.
Durante la década de 1920 la opinión pública dio un giro, y la gente decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol no sólo subsistió, sino que ahora continuaba de forma clandestina y bajo el control de feroces mafias. En vez de resolver problemas sociales tales como la delincuencia, la Ley Seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más elevados de actividad como nunca antes se había percibido en los EEUU. Antes de la prohibición había 4.000 reclusos en todas las prisiones federales, pero en 1932 había 26.859 presidiarios, síntoma que la delincuencia común había crecido gravemente, en vez de disminuir. El gobierno federal gastaba enormes cantidades de dinero tratando de forzar la obediencia a la Ley Seca, pero la corrupción de las autoridades locales y el rechazo de las masas a la Prohibición (demostrada por el hecho que el consumo no disminuía) hacían más impopular sostener la Ley Volstead.
El millonario John D. Rockefeller, quien había apoyado la veda en 1919, comentó inclusive en 1932: “En general ha aumentado el consumo de alcohol, se han multiplicado los bares clandestinos y ha aparecido un ejército de criminales”, declarando que su opinión había cambiado al respecto. El grave aumento de la violencia delictiva en EEUU impulsó que a partir de 1930 en la opinión pública se culpara a la Ley Seca (y no al consumo de alcohol) como causante del aumento de la criminalidad.
En 1932 el Partido Demócrata incluyó en su plataforma la intención de derogar la Ley Seca, y Franklin Roosevelt dijo que, de ser elegido presidente, derogaría las leyes que aplicaban la Ley Seca. Se estima que hacia 1932, tres cuartos de la población favorecía el fin de la veda. El Crack del 29 había estimulado a que el gobierno federal buscara nuevas fuentes de financiamiento de impuestos, mientras que otros consideraban a la industria del alcohol como un posible factor dinamizador de la deprimida economía estadounidense, además de ser capaz de generar nuevos puestos de empleo.
El 21 de marzo de 1933 Roosevelt firmó el Acta Cullen-Harrison que legalizaba la venta de cerveza que tuviera hasta 3,2% de alcohol y la venta de vino, siendo aplicable a partir del 7 de abril de ese mismo año, derogando la Ley Volstead. Meses después diversas convenciones estatales ratificaron la Enmienda XXI a la Constitución de Estados Unidos, que derogaba la Enmienda XVIII. La nueva enmienda fue ratificada el 5 de diciembre de 1933 por el Senado de EEUU.
Algunos estados continuaron aplicando leyes locales para prohibir la venta de alcohol. Aunque hoy se permite en todo el país la venta de alcohol a mayores de 21 años, existen en los Estados Unidos una gran variedad de leyes federales, estatales y locales que limitan y regulan la producción, la venta y el consumo de alcohol de acuerdo con factores muy variados, aunque sin repetir la prohibición absoluta de 1919.
Un ejemplo extremo de “Ley Seca” aún vigente existe en algunos pueblos rurales de Alaska que han prohibido por completo la importación, venta y aún el consumo de bebidas alcohólicas. Los infractores pueden ser arrestados. Estos son intentos radicales de solucionar el gravísimo problema del alcoholismo y el suicidio en zonas rurales de Alaska—especialmente entre la población nativa tales como los inuit (esquimales).
domingo, 7 de agosto de 2011
EL DIOS MERCADO
Marcos Roitman Rosenmann – Consejo Científico de ATTAC.
Un nuevo dios recorre el mundo, el mercado. Son muchos quienes temen su presencia. Nada más pronunciar su nombre se ponen a temblar, les entra el miedo, pierden la compostura y no saben dónde meterse. Entre sus cualidades destaca la omnipresencia. Su sombra cubre el planeta. Quienes lo provocan sufren la ira del supremo. Posee un hambre insaciable, nunca está satisfecho y exige tributos a diario. Las ofrendas tributadas provienen del sector público. Traga compañías de electricidad, hospitales, redes telefónicas, de navegación, viviendas sociales, universidades, etcétera. Nunca le hace asco a la privatización. Se pierde por la desregulación. Le encanta ver a los suyos portar viandas llenas de contratos basura, trabajo precario y despido libre. Se pirra por la esclavitud infantil, los inmigrantes sin papeles, la trata de blancas, el desahucio por impago o el lavado de dinero. Se atiborra de corrupción, fraude fiscal y subidas de IVA. A banqueros, empresarios y trasnacionales les ofrece, a cambio de profesar su doctrina, un trato de favor. Los exonera de impuestos, pagos a la seguridad social y les otorga el plácet para ejercer la usura. Asimismo, les bendice cuando realizan cualquier transacción donde se cobran comisiones abusivas a costa del sufrimiento de las mayorías sociales empobrecidas.
Invocarlo en vano es una insensatez. Mejor plegarse a sus designios, de lo contrario desata su furia y castiga a los paganos con incertidumbre, miseria, hambre y muerte. Sus seguidores constituyen una secta. Fanáticos que practican rituales de sangre cuyo chivo expiatorio, el Estado del bienestar, degüellan, ofreciendo su cabeza al capital financiero y las trasnacionales. En su nombre se convocan reuniones internacionales, aquelarres en las cuales prima el despilfarro, acompañado de buenas viandas. Son cónclaves cuyos apóstoles se dan a la tarea de redactar homilías y sermones a los infieles. En ellos fijan objetivos e identifican a los enemigos, declarándoles una guerra a muerte. Tras la hecatombe, derrotado el hereje, se le ofrece una paz consistente en la reconstrucción. Es el momento para hacer negocios, repartir comisiones, ahondar en la corrupción y poner gobiernos conversos. Así, el dios mercado se siente satisfecho y pletórico. En caso de resistencia, sus cruzados invaden el territorio permitiendo aumentar los beneficios del complejo industrial-militar, uno de sus más leales seguidores.
Para venerar al nuevo profeta se erigen catedrales. Entre las más conocidas, citamos la sede del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Asimismo, un lugar rancio se transforma en templo de peregrinación diaria, las bolsas de valores. De allí emanan los oráculos para el conjunto de los mortales. Con un lenguaje críptico nos declaman los idus del día. No hay país, grande o pequeño, rico o pobre, que no se precie de tener, al menos, uno de estos templos. Allí, también ventilan sus pecados y bendicen su suerte. Igualmente posee, como toda religión totalitaria, un tribunal inquisidor, un centro para el control de la fe y la doctrina. En este caso son las agencias de calificación de riesgos. Con casi un centenar de ellas esparcidas por el mundo, destacan tres: Standar&Poor’s, Moody’s Investor Service y Fitch Ratings. Al más mínimo desliz se abalanzan sobre el infractor, al cual torturan hasta que se retracte, utilizando todos los métodos a su alcance. La ortodoxia debe ser garantizada a cualquier precio.
Al nuevo dios no hay nada que se le resista, pertenezca al reino vegetal, animal o mineral. Bosques, selvas tropicales, océanos, ríos, plantas, animales, oro, plata, coltán, petróleo, forman parte de los bienes tributados por sus acólitos. El mercado tiene cara de pocos amigos, siempre está dispuesto a provocar el caos. Aunque todo hay que decirlo, hubo un tiempo donde su poder era escaso y sus adoradores unos pocos cientos. Sin embargo, lentamente, sus discípulos fueron tejiendo redes y ganando adeptos hasta convertirlo en dios de dioses. En esta labor de proselitismo se le atribuyeron milagros como bajar la inflación, racionalizar los recursos, gestionar mejor y haber vencido al maligno en forma de comunismo. Con su espada justiciera luchó contra todo aquel que defendiera políticas de igualdad, pleno empleo, redistribución de la renta o patrocinara la inversión pública. Los herejes y resistentes han sido perseguidos. Considerados escoria deben ser destruidos. Sólo les queda un camino, entonar el mea culpa. Y para expiar los pecados tendrán que hacer penitencias. La primera y más destaca consiste en divulgar el evangelio escrito por sus apóstoles: Hayek, Von Mises, Smith, Mandeville, Rawls o Friedman.
La economía de mercado se ha impuesto por la fuerza. Sin poder demostrar ninguno de sus milagros, se refugia en la violencia y ejerce la censura. La mejor manera para garantizar su hegemonía es recurrir al miedo y sembrar la desesperanza. Cada vez que es combatida se aferra a su profecía: “sin mercado no hay vida, intentar controlarlo nos aboca al fracaso como especie. O lo cuidamos y facilitamos su expansión o vendrán tiempos de estanflación, recesión e ingobernabilidad. No habrán centros comerciales, televisores de plasma en 3D, celulares, ordenadores, pensiones, ni crecimiento. Banqueros y empresarios se verán avocados a despedir a millones de gentes y por último se restringirá el uso de tarjetas de crédito. Volveremos a la edad de piedra. Para evitar que la profecía se cumpla y su maldición caiga sobre nuestras almas, debemos mantenernos firmes. La solución propuesta es sencilla, hay que apostatar de la democracia, incluso la representativa, la justicia social, la igualdad, la dignidad, la ética, y la cooperación social para el bien común. ¡¡Por favor soltemos amarras y demos la bienvenida al nuevo mesías!!
En la economía de mercado, sus voceros anuncian la salvación de la humanidad si dejamos actuar su mano invisible mediante la ley de la oferta y demanda. Defensores acérrimos del lucro, la usura, practicantes del individualismo, la moral egoísta, la competitividad y el despilfarro, no tienen escrúpulos en mentir. Tras años de predicar las buenaventuras del dios mercado, ninguna de sus promesas se han cumplido. Más inflación, desempleo, pérdida de derechos sociales y políticos, por tanto involución en los derechos humanos. La crisis actual lo atestigua. Aún así, le rezan, ponen velas y brindan las últimas ofrendas para saciar su hambre de privatización, esperando de esa manera colmar su voraz apetito y apacigüe su ira sacándonos de la crisis. Bienaventurados los incrédulos, de ellos será el reino del mercado. Amén.
miércoles, 3 de agosto de 2011
LA EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA
Vamos con mi pintor favorito, El Bosco...
La Extracción de la piedra de la locura es una de las obras pictóricas pertenecientes a la primera etapa del pintor holandés El Bosco, realizada entre el 1475 y 1480, e incluida en un conjunto de grabados satíricos y burlescos que por entonces se realizaban en los Países Bajos. Es un óleo sobre tabla, de 48 x 35 cm. En la actualidad se encuentra en el Museo del Prado, Madrid.
El Bosco muestra la locura y la credulidad humanas. Lo que se representa en La extracción de la piedra de la locura es una especie de operación quirúrgica que se realizaba durante la Edad Media, y que según los testimonios escritos sobre ella consistía en la extirpación de una piedra que causaba la necedad del hombre. Se creía que los locos eran aquellos que tienen una piedra en la cabeza.
En la obra aparece un falso doctor que en vez de un birrete lleva un embudo en la cabeza (símbolo de la estupidez), extrae la piedra de la cabeza de un individuo mayor y grueso que mira hacia nosotros, aunque en realidad lo que está extrayendo es una flor, un tulipán. Su bolsa de dinero es atravesada por un puñal, símbolo de su estafa. Es usado como expresa crítica contra los que creen estar en posesión del saber pero que, al final, son más ignorantes que aquellos a los que pretende sanar de su «locura». Un fraile y una monja están presentes también en la escena; la religiosa lleva un libro cerrado en la cabeza, esto puede ser una especie de alegoría a la superstición y a la ignorancia de las que se acusaba fuertemente al clero; esta figura femenina puede ser entendida igualmente como una bruja con el libro de los conjuros sobre la cabeza; el fraile sostiene un cántaro de vino. El tema del cuadro unido al formato circular en que se realiza podría remitir en cierto modo a un espejo, y así parece arrojar al mundo la imagen de su propia estupidez al desear superarla de este modo tan erróneo. La leyenda que aparece escrita en el cuadro dice Meester snyt die Keye ras, myne name is lubbert das, que significa Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das. Lubber Das era un personaje satírico de la literatura holandesa que representaba la estupidez. Viene a decir «mi nombre es tonto»
La representación del fraile como borracho y la monja como ignorante podría apuntar al anticlericalismo del Bosco, influido por las corrientes religiosas prerreformistas en Flandes, como la devotio moderna, que defendían la comunión directa con Dios sin la intervención de la Iglesia oficial, a la vista del mal ejemplo de los eclesiásticos.
lunes, 1 de agosto de 2011
THE BYRDS
Amantes de la música folk pero también de los grupos integrantes de la Invasión Británica, los Byrds amalgamaron tanto influencias de Bob Dylan como de los Beatles, pero con el curioso añadido (debido a su enorme talento) de que ellos mismos terminaron por influir en sus maestros, arrastrando a Dylan a abrazar la electricidad byrdsiana, al igual que los Beatles (que asistieron a grabaciones de los californianos) añadieron en muchas temas el sonido McGuinn apreciado en variados pasajes guitarreros de George Harrison (incluso John Lennon utiliza en "Revolver" las gafas rectangulares patentadas por el propio McGuinn).
Principalmente, el embrión de los Byrds fue el trío folk acústico angelino creado en 1964 y denominado The Jet Set, en el que se encontraban varios jóvenes pero avezados músicos como Jim (Roger) McGuinn -cambió su nombre en 1968 por cuestiones religiosas- (nacido el 13 de julio de 1942 en Chicago), Gene Clark (nacido el 17 de noviembre de 1941 en Tipton, Missouri) y David Crosby (nacido el 14 de agosto de 1941 en Los Angeles). Cuando comenzaron a utilizar instrumentos eléctricos trocaron su nombre por el de The Beefeaters grabando un sencillo sin éxito titulado "Please Let Me Love You".
Justo en el momento en que incorporaron al grupo al manager Jim Dickson, éste les recomendó que aumentaran la formación con el bajista Chris Hillman (nacido el 4 de diciembre de 1942 en Los Angeles) al que conocía por haber producido a su grupo The Hillmen.
Unos días depués llegaría a los Beefeaters el batería Michael Clarke (de apellido real Dick, nacido el 3 de junio de 1944 en Texas), amigo íntimo de David Crosby. Habían nacido The Byrds.
Su primer sencillo, bajo producción de Terry Melcher, fue un tema de su adorado Dylan, "Mr. Tambourine Man", tema al que dieron totalmente un giro distinto incorporando la guitarra de McGuinn y su típica capacidad armónica y melódica creando el llamado sonido folk-rock (sería injusto no citar también a los Searchers británicos como participantes en la gestación de este estilo).
El single fue todo un éxito llegando al número 1 de las listas mundiales, lo siguiente sería la grabación de su primer disco grande al que titularon como el sencillo. "Mr. Tambourine Man" (1965), una obra maestra de la época que incluía versiones de Dylan ("Spanish Harlem Incident" o "All I really want to do") y Pete Seeger ("The Bells Of Rhymney") junto a perfectos temas de regusto pop obra mayoritaria de su principal compositor, el estupendo Gene Clark como "I'll Feel A Whole Lot Better" o "Here without you".
El Lp "Turn, Turn, Turn" (1965) fue otro fenomenal album con las mismas constantes que su predecesor y con temas de la talla de "It won't be wrong" o "Set you free this time".
Ya consagrados como estrellas, el siguiente año se produciría un punto de inflexión en la banda. Tras grabar el sencillo "Eight Miles High" (una de las primeras creaciones psicodélicas), Gene Clark se despedía de la banda por su gran temor a viajar en avión, cosa que debido a la fama del grupo no cesaban de realizar.
La marcha del principal compositor de los Byrds no perjudicó en demasía al grupo ya que McGuinn, Hillman y Crosby acentuaron su faceta compositiva alcanzando resultados más que sobresalientes (apreciables en muchos temas atrás, especialmente en "Eight Miles High").
El Lp no obtuvo los resultados comerciales de los dos primeros pero sí avanzó el espíritu aventurero de sus nuevas composiciones.
Su cuarto trabajo producido por Gary Usher, el magistral "Younger Than Yesterday" (1967) destacó por la aportación de Chris Hillman en la escritura de temas tan buenos como "So you want to be a rock'n'roll star" (con McGuinn), "Have you seen her face" o "Thoughts and Words" y la incorporación cada vez más creciente del country en su sonido, un sonido muy ecléctico con procedencias pop, folk, rock y psicodélicas.
Las tensiones internas producidas por el camino lírico y sonoro del grupo entre Crosby, Hillman y McGuinn iban asimismo progresando, estos roces provocaron la marcha de David Crosby en plena grabación de su nuevo album, "The Notorious Byrds Brothers" (1968) al no querer los restantes miembros incluir la canción "Triad" en el Lp.
Poco después, Chris Hillman presentó a su buen amigo Gram Parsons a McGuinn y el trío junto al batería Kevin Kelly (primo de Hillman) firmaron el sexto trabajo de los Byrds, "Sweetheart Of The Rodeo" (1968), una pieza clave dominada por Parsons dentro del country-rock. Gram Parsons se convirtiría en el padre del country-rock, como así quedó demostrado en sus postreras y antiguas andanzas.
La calidad del disco no obstante dividió a los seguidores del grupo, ya que muchos echaban en falta los característicos sonidos primerizos de la guitarra de Roger McGuinn.
Parsons, el artífice de la conversión del estilo del grupo a posiciones definitivamente countries abandonaba la banda arrastrando con él a Hillman (y durante un tiempo a Michael Clarke) para fundar un nuevo proyecto, The Flying Burrito Brothers.
McGuinn permaneció como el único miembro original de la ya legendaria banda grabando junto a otros personajes de la escena country (Clarence White, John York, Gene Parsons, Skip Battin) varios discos (algunos muy interesantes) con el liderazgo absoluto de McGuinn como "Dr. Byrds & Mr. Hyde" (1969), "Balad of Easy Rider" (1969), "Untitled" (1970), "Byrdmaniax" (1971) y "False Start" (1972) de baja intensidad mercantil. Tras este último trabajo, McGuinn decidió abandonar el proyecto.
Por el contrario, Gene Clark en solitario; Crosby con Crosby, Stills & Nash (y en ocasiones Young), y los Flying Burrito Brothers lograban arrancar estimables posiciones críticas a sus trabajos.
La reunión de la formación original en 1973 con "The Byrds" (1973) no consiguió recuperar las antiguas esencias y no obtuvo el éxito pretendido. Asociaciones entre los miembros y bandas como Manassas, Dillard & Clark, Southern Hillman Furie o The Desert Rose Band (de Hillman) seguían encendiendo la gloriosa llama de los Byrds.