El conde Jean Potocki nace el 8 de marzo de 1761 en Pików (región entonces polaca que hoy forma parte de Ucrania). Como miembro de una de las familias más ricas del país, recibe una sólida educación, tanto científica como humanística, en Ginebra y Lausana. A continuación, ingresa en la Academia Militar de Viena. Lucha como soldado contra los piratas berberiscos y viaja incansablemente por Europa Occidental, los países del Magreb, Egipto y Constantinopla. Los libros de viajes que escribe en esta época hacen de él un pionero de la etnografía.
A mediados de los años 80, vive en París, donde tiene ocasión de tratar con los intelectuales ilustrados. Se interesa también por el esoterismo, vivamente ligado en esa época a la agitación política.
En 1788 vuelve a Polonia, donde crea una imprenta y una editorial y sorprende a sus contemporáneos sobrevolando en globo Varsovia en 1790. De allí pasa al Cáucaso, donde absorbe velozmente la cultura de los países eslavos. En 1805 parte hacia Pekín como asesor científico del zar Alejandro I de Rusia. La expedición nunca llega a su meta: al negarles el paso el emperador Yung-Yen, Potocki va a parar a Mongolia.
De vuelta a su país en 1812, sus últimos años transcurren en su castillo de Uladowka. La evolución de la Revolución Francesa hacia el Terror y el Imperio, el divorcio de su segunda esposa y una enfermedad penosa (probablemente, la sífilis) le sumen en una honda depresión. Según algún biógrafo imaginativo, le obsesiona la idea de que se ha convertido en hombre lobo. Por esa u otra razón, comienza a pulir el asa de un azucarero de plata hasta darle forma de bala. Pide al capellán del castillo que bendiga el proyectil y a continuación se vuela los sesos de un disparo. La bala, a su vez, tenía la forma de una fresa, por lo que fue apodado "el hombre que se suicidó con una fresa.
Manuscrito encontrado en Zaragoza (en francés original, Manuscrit trouvé à Saragosse) es una novela gótica publicada por Jan Potocki en 1804 y 1805, adaptada al cine por el director polaco Wojciech Has en 1965.
La primera parte del libro, publicada en San Petersburgo, en los años 1804 y 1805, en edición muy limitada, es un relato fantástico, pródigo en prodigios (aunque casi todos ellos acaban recibiendo una explicación racional).
Estructurada en jornadas y ambientada en torno a 1715 tomando el nombre de Zaragoza, su protagonista, Alfonso van Worden, es un oficial de la Guardia Valona que atraviesa Sierra Morena en dirección a Madrid, donde entrará como capitán al servicio de Felipe V.
En el camino, topa con todo tipo de personajes extraordinarios: gitanos, princesas moras, ladrones, endemoniados, miembros de la Inquisición, cabalistas e incluso Ahasvero, el Judío Errante, todos ellos cuentan sus envolventes historias en torno a míticos lugares como la Venta Quemada, la Posada de los Alcornoques, o las orillas del Guadalquivir en Sierra Morena. A veces no les basta una sola jornada: el autor mezcla dos historias, las alterna y ambas avanzan con gran fuerza durante varios episodios.
Se trata de una estructura laberíntica constante, de clima sorprendente. En la primera jornada, asistimos a una levísima escena lésbica -e incestuosa- entre dos hermanas, Emina y Zibedea, capaces de compartir «un marido para las dos» y de amar a un cristiano, y asistimos a un hecho inesperado: Alfonso goza del amor, duerme profundamente y amanece entre los dos ahorcados: los hermanos del bandolero Zoto.
Todos estos personajes y sus historias van tejiendo en torno a Van Worden una compleja red de engaños, que ponen a prueba su temple y cordura. Finalmente, Van Worden descubre que cuantos le rodean están al servicio de un misterioso personaje, el jeque de los Gomélez, que ha decidido someterle a una compleja prueba iniciática.
La segunda parte de la obra, Avadoro (una historia española), vio la luz en 1813, en París y de la mano del editor Gide Fils. Los elementos fantásticos se atenúan en favor de intrigas cortesanas y amorosas, y reproducía algunos capítulos ya publicados en la primera parte.