Pero la gran fama de Sindelar llegó con la selección austriaca. Integrante del famoso Wunderteam (equipo maravilla), probablemente el mejor equipo de la década de los 30 –no en vano, de 50 partidos disputados sólo cayó en 4- y que en el Mundial de 1934 sólo la intervención de Mussolini pudo frenar. Y es que, pese al deslumbrante juego desplegado, Austria cedió en semifinales por 1-0 ante la escuadra local, Italia, en un encuentro que resultó un escándalo arbitral.
Tal era la fama y la calidad de aquel combinado que en 1938, en vistas al Mundial de Francia, sus integrantes fueron obligados a fusionarse con la selección alemana, después de la anexión austriaca el 12 de marzo de ese mismo año. Hasta ocho futbolistas titulares fueron ‘reclutados’; otros, los que tuvieron mejor suerte, lograron escapar.
Sindelar, que por entonces gozaba de una fama inaudita hasta el momento para un futbolista, no hizo ni lo uno ni lo otro. La idea de jugar para el III Reich, aquel que ya había asesinado a tantos conocidos suyos, y de realizar el saludo nazi antes de cada encuentro era lo que menos deseaba, así que rechazó la ‘invitación’ de Hitler.
Para celebrar el Anchluss, el 3 de abril se disputó un encuentro entre la nueva selección alemana y la austriaca, en lo que suponía su despedida. Como no podía ser de otra forma, se trataba de un partido amañado de antemano y destinado a demostrar la superioridad germana. “Ganar un partido es más importante para la gente que capturar una ciudad del Este”, dijo Goebbels, ministro de propaganda nazi.
Sindelar ya comenzó mal. O no. Por aquellos años era tradición efectuar el saludo nazi, pero el hombre de papel se negó a ello, lo que irritó, y mucho, a los nazis ahí presentes.
Durante la primera parte, la estrella austriaca se dedicó a torear a los defensas alemanes, pero cuando se mostraba en disposición de marcar, disparaba burdamente fuera, para regresar, con cara de resignación, al trabajo de su equipo. Pero se cansó, y estalló.
A los 70 minutos, y ante la sorpresa de todos, llegó el que probablemente sea el gol más controvertido de la historia. Sindelar recogió un rechace del guardameta alemán y, descargando toda su rabia, introdujo el balón en la portería. No contento con ello, Sindi celebró el tanto por todo lo alto: corrió y se situó frente al palco alemán para marcarse un baile que fue toda una ofensa y humillación para las autoridades presentes.
A partir de ese momento, Matthias Sindelar se había convertido en un héroe para los austriacos, pero en un enemigo acérrimo para los nazis, capaz de arrastrar a las masas. Había que terminar con él a todo coste. Se dice que Hitler ofreció una recompensa a quien lo encontrara, y que fue un compañero del Wunderteam quien lo delató.
Lo que sí es seguro es que la presión a la que fue sometido por la GESTAPO fue insufrible. Pocos días después fue destrozado un bar de su propiedad, y el 23 de enero de 1939 el futbolista y su esposa, la joven italiana Camilla Castagnola, aparecieron muertos en su casa.
Los informes oficiales de la época aseguran que la muerte se debió a un escape de gas, con lo que se sugirió el suicidio, nada descartable dada la situación insoportable en la que había pasado a vivir el austriaco.
Sin embargo, los bomberos que acudieron a su domicilio declararon que no habían notado olor a gas a su llegada, y que no había señales de fuga en la estufa. Incluso, en un reportaje reciente de la BBC, un amigo del futbolista asegura que hubo sobornos a los funcionarios para sostener la tesis de que se trató de un accidente.
El día de su muerte, el Austria de Viena, su club, recibió más de 15.000 telegramas de pésame, tantos que el correo de la ciudad se colapsó, y a su entierro acudieron más de 40.000 personas, que se enfrentaron a la amenazadora presencia de tropas nazis, temerosas de una rebelión de quienes se habían sumado a la despedida de su ídolo.
En el 2000, la IFFHS nombró a Matthias Sindelar el futbolista austriaco más importante de todos los tiempos. Considerado el precursor de las grandes estrellas, el Di Stefano o el Pele de los años 30, su fama, sin embargo, trascendió mucho más allá de lo deportivo. Nunca un futbolista le plantó tanta cara a la injusticia política; nunca un gol supuso tanto para un país. El recuerdo del Mozart del fútbol seguirá siempre vivo.
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