El encargado de prensa de la FIFA no se lo piensa dos veces cuando se le pregunta cuál es la selección europea que recibe más apoyo de sus seguidores: "Inglaterra", responde. Tampoco lo dudan los miembros del comité organizador inglés del Mundial de Fútbol 2006: "Los ingleses --dice Tom-- son los que más viajan con su selección, tengan o no tengan entradas".Según la Football Association (Federación Inglesa de Fútbol), unos 100.000 ingleses se desplazarán a Alemania para apoyar a su equipo y entre 20 y 30 millones de personas (algo así como la mitad del país) verán por televisión el partido de hoy entre Paraguay e Inglaterra.
Dentro de este marco de forofismo, los seguidores del Millwall FC, un club del sureste de la capital británica, representan el estereotipo del fan violento, el hooligan con tatuajes, banderas de San Jorge y tripa cervecera que todavía hoy domina el imaginario colectivo europeo. Su identificación con el equipo es tan grande que el día en el que se celebró el último partido en el anterior estadio de Den, los seguidores asaltaron el campo, lo destrozaron con las manos y se llevaron pedazos de césped a casa. Fue el 8 de mayo de 1993. En la final de la Copa Federación del 2004 contra el Manchester United, consiguieron desplazar a más de 40.000 seguidores a Cardiff.
La clase trabajadora
"El fútbol siempre ha sido el deporte de la clase trabajadora", afirma Paul Kelso, periodista deportivo del diario The Guardian . "De hecho, la mayoría de los clubs londinenses eran de clase obrera --opina su colega Matt Scott--. Aunque esto ha cambiado en los últimos 10 o 15 años, es cierto que el Millwall, junto con el West Ham, sigue siendo el club de la clase obrera por excelencia".
Mark Perryman, profesor universitario y autor del libro Ingerland , considera que el fútbol "se ha alejado de sus orígenes". Y precisa un poco más: "Si antes era algo exclusivo de la clase obrera, ahora el interés por este deporte se ha diversificado, sobre todo desde la Eurocopa del 2000".
Entre los nuevos seguidores de la selección, Perryman incluye a "mujeres, familias y personas de color". Esta es la cara positiva del cambio. La negativa? "Que se ha vuelto demasiado caro, incluso inaccesible para los miembros de la clase obrera". El abono anual del Millwall es de 2.093 euros y el del Arsenal gira en torno a los 3.218 euros. A este dinero hay que añadir desplazamientos para acompañar al equipo cuando juega fuera, camisetas, banderas, gorras, sudaderas, comida, los programas del partido (cuestan 14,6 euros) y las pintas de cerveza. Pero el dinero, como comentan Kelso y Scott, es secundario en el caso del Millwall.
Millwall nació casi a la par que el fútbol en Inglaterra, en 1855, en la isla de los Perros, una lengua de tierra bañada por el Támesis que albergó el puerto de Londres hasta 1982. A finales del siglo XIX, las llamadas docklands (tierra de muelles) eran un paraíso económico, sede de empresas manufactureras de comida, latas, salazones, tabaco y cerveza. Entre ellas se encontraba la fábrica de conservas C&E Morton, una firma que se fundó en 1849 en Aberdeen (Escocia) para proveer comida envasada a los barcos. Una vez en Inglaterra, algunos de los trabajadores de la fábrica formaron un equipo de fútbol, el embrión de lo que más tarde sería el Millwall.
Desde sus inicios, nunca se caracterizó por un juego de calidad. Pasó fugazmente por la Premier en la temporada 1987-88 tras más de 100 años en Segunda. En la temporada 2004-2005 bajó a Tercera. Sin embargo, todos los británicos conocen al Millwall por su mala reputación. Incluso en la propia web del equipo, en la sección de historia, puede leerse: "El Millwall siempre ha estado en la superliga de la violencia, pero en la liga menor del fútbol".
Perryman califica a los seguidores del club de "muy duros", y Scott explica: "Aunque la actual presidencia del club se ha esforzado en borrar esta reputación, lo cierto es que sobre el Millwall pesa todavía un elemento racista y hooliganista que repele a la gente de clase media".
El lema y título del himno del club es No gustamos a nadie, pero no nos importa . Y su historia está repleta de incidentes, desde los lejanos y violentos enfrentamientos con el West Ham en 1900, hasta el destrozo del campo del Luton en 1985 o los dos cierres del New Den, nombre del nuevo estadio, que se inauguró en agosto de 1993. Algunos de estos episodios comportaron la introducción de cambios en la legislación inglesa. Se obligó a estar sentado durante el partido, a algunos seguidores se les prohibió viajar con el equipo y con la selección nacional, se introdujeron medidas de identificación personal, se empezó a registrar bolsas y a cachear personas y se clasificó los partidos en tres categorías, según el riesgo de desórdenes.
Sin embargo, lo más significativo de todo esto para Scott es el orgullo con el que los seguidores se referían, y algunos se refieren todavía, a la violencia. "Lo que nos diferencia de los otros equipos, incluso del West Ham, es la pasión con la que apoyamos al equipo; nuestra lealtad y dedicación", explica Patrick en el pub en el que se toma, a las 12 de la mañana de un sábado, la tercera pinta de cerveza. "Somos la afición más intimidatoria. Todos los equipos contrarios nos temen", presume Kevin. Según Scott, "tanto el Millwall como el West Ham quieren ser vistos como el más fuerte. Su rivalidad viene de antaño. Por una parte, es algo local, y por otra, es laboral, pues los seguidores del Millwall vienen de la isla de los Perros, zona de estibadores, y los del West Ham, del sector del metal". Aunque también está la tesis de que tanto odio vendría de una huelga general, allá por los años 60, que el Millwall apoyó y que el West Ham no secundó.
Otra de las teorías, recogida en la página web del club, sitúa el inicio del hooliganismoprecisamente en el año en que Inglaterra ganó la Copa del Mundo, en 1966, cuando al jugador del Millwall Len Juliens le hicieron un corte en la cabeza al lanzarle una moneda de un penique. Los autores de la web oficial del club afirman que el hooliganismo entre sus filas nació así a finales de los 60: "Entre jóvenes materialistas que no tenían servicio militar que hacer ni guerra que luchar y que se dedicaban a vagabundear por los guetos de la ciudad".
En Millwall no hay tregua. " Y que esperas? Esto es el sureste de Londres, un área dura, de estibadores, entiendes? Esto no es Chelsea, allí hay dinero...", dice Dise, que lleva en el cuello una cadena de oro del Millwall. El comedor de su casa está decorado con fotos de los jugadores, con camisetas enmarcadas firmadas por la plantilla, con el balón que utilizó el equipo en la final de la Copa Federación de 2004 y con fotos de Nicola, una de sus dos hijas, en el estadio con los jugadores. Para él, Millwall es mucho más que fútbol: "Es como cuando lanzas una piedra en un estanque y se forman ondas.
menudo hincha el de arriba de todo,oye!!!
ResponderEliminara bombín,no?
creo que se hincha con un sistema eléctrico que deja sin luz a todo el East End londinense... QUE MEDO!!!
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